La desesperanza de los sin trabajo

El fin de semana es nutritivo en fuentes de inspiración, y fue así como me encontré con un amigo en el súper mercado a eso de las 7 de la tarde del viernes recén pasado. Recordé que hace un tiempo me comentó que había quedado sin trabajo, por lo que sin contratiempos le pregunté cómo estaba y si ya había encontrado algo. Su respuesta fue categórica y sorprendente para mi, dijo: “acá estamos, esperando”. Me quedé de una pieza, tratando de digerir lo que acababa de escuchar y no fui capaz de responder nada, es decir, lo que menos esperaba era que alguien hubiera dicho “acá estamos, esperando”. Esperando qué me pregunté. Me quedé con las ganas de decirle que esa no era la actitud, que no había nada que esperar y que había que salir a la calle a buscar el trabajo que tanto demorará en llegar si lo sigue esperando. Hombre de unos 48 años, sano, muy en el límite de edad para ser buscado por empresas, con una familia que alimentar, etc.

Su respuesta fue una sorpresa para mi, aunque tal vez él estuviera haciendo lo imposible por hacer algo en la contingencia de verse desafectado de su trabajo y con la necesidad de generar ingresos para cubrír sus necesidades. Tal vez no deba ser prejuiciosos y ya a esta altura está entrando a desesperarse, decayendo en su optimismo y ello lo lleve a tener una actitud más bien pasiva. No conozco el entorno directo de su situación, pero si me he visto en un escenario similar y créanme que jamás, jamás me he quedado esperando a que me llamen para trabajar.  

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