Cuarentena 

Nunca he sido realmente independiente, porque siempre estoy bajo el alero de mi madre o más bien de lo que la rodea. Almorzar en su casa todos los días, depender de su «nana» para hacer el aseo en casa, lavar ropa, planchar, cuidar a la Julieta y muchas otros detalles que no los había notado hasta que decidí soltar el cordón definitivamente. Incluye también desligarme de mi hermano menor, del que más bien parezco su padre y más, creo hacerle un daño prestándole «ropa» cada vez que cae. Pero esa es otra historia.

Llevo 10 días desde que inicié este proceso, compré lavadora – secadora, por lo que el cerro de ropa sucia se ha transformado en un cerro de ropa lista para el planchado (otro «forro» que debo resolver). El caótico inicio de almuerzos en casa se va normalizando con la ayuda de las niñas. El aseo por fortuna está dentro de los cánones aceptables para este inicio de «cuarentena» como lo ha sugerido un amigo, lavado de loza, baños, aspiradora, limpieza de muebles, regar el pasto y las plantas,  y mil «weas» más que si no las viviera no las vería y menos le tomaría el peso a la situación que, se observa de perogruyo, pero es compleja por donde se mire y requiere de la «cachá» de HH (horas hombre, en la jerga empresarial) que no sobran con la «pega» que hoy desarrollo.

Ya estoy más o menos ordenado con los procesos, aunque faltan todavía algunos elementos para completar las tareas, como una plancha (tengo la tabla), utensilios varios, artículos de aseo que nunca supe para qué servían hasta hoy, y un largo entre otros. Se puede, es duro pero se puede. Eso sí, necesito un día de 28 horas.

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